domingo, 20 de mayo de 2012

Como un pez en Coca-cola


En éste periodo coca-coliense tardío, algunas noches me pregunto lo integrados que estamos en nuestro medio. Me cuestiono si estamos cómodos donde vivimos, con nuestra gente, nuestro barrio, nuestro trabajo, nuestro mundo. No hablo de acostumbrados, sino de integrados. ¿De verdad entendemos todo lo que nos rodea?
Hace un par de noches soñé que estaba en un lugar donde entendía lo que me rodeaba. Donde mis propias acciones determinaban lo que iba a ser de mi. Luego nos preguntamos por qué la juventud se engancha a los videojuegos. Quizás sea la primera generación que, sin saberlo, se ha dado cuenta de verdad que en el mundo real, poco es su margen de maniobra para decidir su propio futuro. Pero eso no debería ser así. Y no es que dependamos de los otros para manejar nuestro futuro; la diferencia entre un niño en una piscina de bolas y una marioneta en un escenario es que el niño, para llegar a la otra punta, con esfuerzo y tesón va empujando las otras bolas, y creando estrategias para poder moverse con soltura. Sin embargo, la marioneta tiene que esperar a que la mano que le guía quiera llegar al otro lado del escenario. Una cantidad reducida de personas en el mundo decide nuestro futuro, deciden lo que mañana me costará el pan, la universidad, viajar en transporte, y diez mil cosas más; y no hay ninguna manera de que nos justifiquen el por qué de esas decisiones. Como si fuéramos tontos nos ofrecen cuatro razonamientos de teoría económica y, sin comprenderlos realmente, aceptamos todas sus mentiras. Si quisieran que entendiésemos la economía, en el colegio nos darían desde pequeñitos la asignatura, en vez de educación a la ciudadanía, religión, ó civilizaciones del mundo.
Desde que sales por la mañana de tu casa, hasta que vuelves, casi nada de lo realmente relevante que te va a pasar en la vida, lo vas a decidir tu. Todo aquello que implique a nuestra calidad de vida. Al menos nos dejan amar.

Canción recomendada: Hafa Café
Autor: Luis Eduardo Aute

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